viernes, 2 de octubre de 2009

19


Tragicomedias que oscilaban entre dos líneas convergentes de un tal porvenir, balanceadas por el espacio tiempo que abarcaban los paréntesis hallados en una taza de papel diáfana ahogada en su propio peso.
Acabamos con todo un ejército de margaritas que a nuestros pies se convirtieron en sútiles sueños trascendentales, llamando a nuestra puerta a altas horas de la madrugada. Solo para escuchar, solo por un beso.
Desayunábamos las horas muertas de un día perdido oscilado entre tu pelo, que abarcó en nuestras memorias, una oportunidad indiferente aguardada con recelo.













El café durmió sus necesidades y se mudó a sus pupilas.